“La muerte es solo el
comienzo”.
Salí tarde del trabajo ese
día, los transportes públicos ya no pasaban a esa hora, estaba muy oscuro y
frío, no tuve mas opción que irme caminando hasta mi hogar.
Al principio camine por la
calle principal, pero al cabo de una cuadras tuve que doblar en una calle
tenebrosa y algo despoblada, apresure el paso por si las dudas, hasta que un
auto se detuvo atrás mío, al observarlo trate de ignorarlo y seguir mi camino,
pero al tiempo que me movía, el auto se movía conmigo.
Las luces se volvieron más
incandescentes y la velocidad más rápida, sentí como el motor aumentaba su
potencia conforme yo aumentaba los pasos, me apresure aun mas, hasta el punto
que comencé a correr, el auto acelero mas, corrí y corrí, hasta que el auto
estuvo a mi alcance, me pare en medio de la calle, y gritándole le dije que era
lo que quería, por que me seguía. Un pequeño hombre salio del vehiculo, y me
dijo, que lo único que quería, era llevarme, le pregunte por que haría eso, y
me comento que la noche era fría, oscura y no era saludable que ande solo por
esos lugares.
Cuando me acerque al hombre
para verlo más de cerca, este, al ver mi rostro, se asusto completamente, y
subió rápidamente al auto, alejándose entre las oscuras sombras de la ciudad.
Continúe mi caminata
olvidando lo sucedido, el trayecto se hacia cada vez mas largo y tenebroso,
recuerdo que vi pasar algunos autos mas, a toda velocidad, muchos perros
aullando a la luna y demás cosas que no tenían importancia.
Cuando comencé a transitar
por una zona llena de callejones, donde
a veces se escuchaban gritos muy fuertes, sentí como si las piernas se me
desprendían, y mi vista disminuía, sin embargo, continúe caminando hasta que
escuche llantos provenientes de uno de los callejones, una anciana mujer
llorando golpeando su cabeza contra la pared, al escuchar que me acercaba a
verla, giro su cabeza volteando hacia mi, y con unos blancos ojos y un pálido
rostro, un cuerpo semi desnutrido lleno de moretones, rasguños y cortaduras,
con sus manos ensangrentadas y con un cuchillo en su mano, comenzó a cortarse
mientras me decía que todo esto lo hacia por el, por el, me pregunte yo, y la
mujer al escuchar mi voz, soltó el cuchillo y pidiendo perdón se retiro entre
las penumbras oscuras del callejón.
Desconcertado y asustado,
proseguí en mi camino, hasta llegar a un puente de piedra que conectaba a la
otra calle, por debajo se encontraba un río.
Al avanzar por el puente,
exactamente en la mitad del mismo, me tope con una mujer alta, delgada y
vestida con un largo camisón blanco, trate de continuar sin observarla ni
detenerme
Pero al pasar junto a ella,
se voltio hacia mi, y con una idioma completamente desconocido, comenzó a
entonar una canción escalofriante, mientras se sacaba la ropa. Completamente
desnuda, se lanzo al fondo del rió, desapareciendo en su inmensa profundidad.
Todo era muy raro, a tal
punto que ya me estaba asustando.
Me empezó a doler la cabeza,
que luego me provoco una mortal tos, no veía la hora que llegar a mi hogar y
poder descansar, las piernas comenzaron a responderme mal, pero ya casi estaba
cerca, no debía parar, una vez que llegara a casa, toda esa pesadilla
terminaría.
El paisaje viraba en torno a
cuantos más pasos yo daba, a veces se tornaba gris, a veces rojo, pero siempre
volvió a tu color negro, negro de noche. Y los animales, si lo animales, cada
vez mas extraños, parecían involucionar a cada momento. Pero al fin, ya estaba
en mi tramo final.
Algunos minutos más de
caminata, viendo como la noche cambiaba de tonalidad, y mi cuerpo se tornaba
cada vez más cansado, seguí caminando hasta que por fin pude ver la pequeña
entrada a mi casa, pero no todo era como siempre, muchos autos negros estaban
estacionados en la puerta, autos largos y negros.
Me acerque a puerta, y pude
observar varias personas vestida de negro, vestidas de luto, me apresure lo más
que pude y entre con gran inquietud. En el interior todo era llanto y
desolación, climas negros y tristes, muchas persona que conocía y otras no
tanto, traté de hablar con ellas, pero
al hablarles nadie emitía un sonido ni un gesto, nada, era como si yo fuera
invisible, ya estaba al punto de perder la razón y la cordura. Me acerque,
entre las flores y las sillas, para ver quien era el difunto, y quien era?, bueno
ustedes se imaginaran. Salí con todas las respuesta aclaradas y con las pocas
fuerzas que me quedaban, cruce la puerta, y mi figura se mezclo con la pobre
niebla que la noche abrazaba en su lindo y largo esplendor.